Sala de columnas - Un profeta llamado Daniel Bell

Autor

PEDRO G. CUARTANGO

Un profeta llamado Daniel Bell

UNA de las paradojas más sorprendentes en esta crisis es que ningún economista o intelectual fue capaz de predecir lo que se nos venía encima. Por ello, cobran especial relevancia los trabajos de Daniel Bell, un sociólogo estadounidense fallecido en 2011, del que nadie se acuerda hoy.

Bell, profesor de Harvard, escribió dos libros que ahora resultan proféticos y que anticipan lo que nos está pasando: El advenimiento de la sociedad posindustrial (1973) y Las contradicciones culturales del capitalismo (1976), texto considerado por el New York Times como uno de los cien mejores ensayos del siglo XX.

En el primero de ellos, Bell certifica el final de la lucha de clases y el nacimiento de una sociedad posindustrial basada en las nuevas tecnologías de la información. El profesor neoyorquino predijo hace más de 40 años que las telecomunicaciones y la informática cambiarían las relaciones de producción y la vida cotidiana, siendo quien acuñó el concepto de «final de las ideologías», luego apropiado por Fukuyama.

Pero Bell fue también el primero en darse cuenta de la gran contradicción inherente al capitalismo, surgido de una ética protestante del valor del trabajo y de una cultura del esfuerzo. Observó que el propio éxito del capitalismo llevaba a su extinción al emerger en los años 60, gracias al aumento de la productividad, una nueva generación obsesionada por el hedonismo y la felicidad personal, que renegaba del sistema. El arte abstracto era la expresión de ese descontento con el mercado y los principios de la burguesía.

Bell era consciente de que el capitalismo había desatado unas fuerzas que no podía controlar, entre ellas, el afán desmedido de lucro y de expansión sin límites, provocado por ese cambio de paradigma. Por eso, estaba convencido de que la economía occidental colapsaría en el plazo de unas décadas y que se produciría una honda crisis social.

Nadie cita hoy a Bell, pero sus análisis resultaron proféticos. Creo que efectivamente el capitalismo es inviable si no se acometen reformas estructurales y que el sistema económico ha entrado en una insalvable contradicción con los propios valores que lo sustentan. Por eso, el conservadurismo está condenado al fracaso y carece de sentido intentar mantener el orden existente cuando lo que necesitamos es una profunda transformación.